Al final terminamos en un bar bastante malote. De precios no era malo, pero vamos, un garito como cualquier otro. Destacar que, a diferencia de Aalborg, ambas noches nos obligaron a pagar guardarropa (20 DKK, casi 3 €) por entrar al local. También destacar que el viernes Pep se escapó de pagar, y le robaron la chaqueta. Pero no hay mal que por bien no venga: se hizo con otra chaqueta que estaba si cabe mejor que la suya.
Después de que nos echaran, otra visita unos al 7-eleven (no se qué nos pasa que nos gusta tanto) otros a una pizzería. Vuelta al hostel: 1 hora, cuando tendría que haber sido 10-15 minutos. Motivo: íbamos hablando en italiano. Teniendo en cuenta que ninguno tenemos ni zorra de italiano, uno se puede imaginar el resto…
Domingo: día de partida. No sin antes visitar Christiania, ciudad libre. Visita temprana, porque nos echaron del hostel a las 10. Así que dormimos escasas 3 horas.
Christiania es una pequeña zona dentro de Copenhague cuyos habitantes se sienten independientes. Según ellos no forman parte ni de Dinamarca ni de la Unión Europea. La verdad: uno pasa porque sabe que esto es Dinamarca y aquí no hay inseguridad ni en el peor suburbio, pero coño que pinta tenía el lugar. Con bidones por las calles calentándose las manos, carteles por todos lados de prohibido fotos y… atiende: un puesto de venta ambulante de droga. Así como lo oís. Igual que uno se va a un chiringuito de playa a comprarse un collarcete, uno se va con unos gramos de maría. Eso sí: con el material bien visible, con bolsas bien llenas y piedras bien relucientes. Yo flipé cuando lo vi: con razón son independientes. Yo creo que allí no entra ni la policía! Aún así, es un sitio que hay que ver por lo curioso que resulta. Allí cada uno va a su rollo, y a mi bien que me parece.
El día del domingo ya no era para tirar cohetes: nublado, con frío y con una llovizna ligera de la que cala los huesos. El colmo fue a la hora de cruzar un puente situado sobre un canal: el frío era tan cabrón que incluso dolía! En fin, aunque uno se acostumbra no deja de estar ahí.
Para la vuelta, tras algunas carreras por el olvido de las llaves de Apa, planeamos una parada en Fredericia, un pueblecito militar, o al menos así lo reflejaban los semáforos, donde los monigotes eran soldados con su ballesta. Comimos una buena lasaña (que se agradeció) y visitamos la playa. No era nada de otro mundo, pero pillaba justo a la mitad de camino entre Aalborg y Copenhague. Cogimos de nuevo el tren, para volver a nuestra querida y, tras la visita, pequeña ciudad llamada Aalborg.
Así, vivimos un fin de semana en una ciudad propiamente dicha, ya que Aalborg no tiene demasiado carácter de ciudad. Copenhague es pequeño, poco más de medio millón de habitantes, pero con encanto. Mucha gente nos avisaba de que no había demasiado que ver en la ciudad, que les decepcionó un poco. Sin embargo, yo diría que nada de eso. Puede ser que el gran día que nos hizo el viernes tenga algo que ver, pero me pareció una muy buena ciudad para visitar en un fin de semana. De hecho, creo que también sería una buena ciudad para vivir, ya que se le intuye mucha vida cultural y nocturna, aunque nosotros no llegáramos a encontrarla. Lástima que el Tivoli (un parque de atracciones antiquísimo en pleno centro de Copenhague) estuviera aún cerrado.
La recomiendo y, por supuesto, volveré. Eso sí, como siempre pasa en nuestra querida Dinamarca, el tiempo que te toque lo marca todo. Aquí os dejo una presentación con las fotos del viaje. Gracias por aguantar todo el tochazo de texto!
La verdad que tiene que ser una experiencia maravillosa, irte de Erasmus a una ciudad como esa. Un amigo mio se fue alli el año pasado y me ha dicho que genial
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